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09 diciembre 2010

Habla ahora



Estoy en el asiento de atrás viendo como llueve, advirtiendo como los árboles pasan por delante de mi, como si los q se estuvieran  moviendo fueran ellos. Así como cada instante de la vida pasando delante de mi, rápido, sin poder yo hacer nada, solo mirar. O cerrar mis ojos y dejarme llevar confiándole al chofer del auto mi destino, confiándole a la vida el futuro.

Es de noche y sigue lloviendo, ya me acostumbre a la lluvia, el auto para y las luces se apagan. Mi ventanilla está llena de gotitas  no veo nada, nada salvo…
Una fiesta, una gran fiesta de casamiento, a la cual por supuesto no estoy invitada. Pero entonces, ¿qué hago ahí? ¿Porque recorrí tantos kilómetros bajo la lluvia?

Abro la puerta y bajo del auto, mi suerte ya esta echada, a enfrentarme con el destino, llegó la hora.

Mi chofer abre el paraguas y me cubre, con su mejor cara de preocupación me mira a los ojos y me pregunta si estoy segura, yo afirmo con la cabeza, extremadamente decidida a hacerlo. Él cierra el paraguas lo tira a un lado y me mira, luego me abraza deseándome las mejores de las suertes. Ahora me toca a mí, estoy sola en esto.

Me suelta y por ultima vez me desea suerte, regresa  al auto a seguir con su camino, ya sin su paraguas.

Lo miro marcharse, doy media vuelta y cierro los ojos dando un gran y necesario suspiro.  Comienzo a caminar hacia la entrada de esa gran mansión.

Estoy adentro, perdida en otro mundo, un mundo que no entiendo. Me dejo llevar por la gente y encuentro el lugar, la fiesta está a la mitad. Todos festejan y bailan en la pista, las luces me engañan, no lo encuentro, hay mucha gente.

Decido salir un momento, no estoy lista para esto. Encuentro el patio y un sendero de piedra me dirige  hacia la fuente.  Hermosa e iluminada en la noche por una hilera de lucecitas, el agua en ella fluye y su sonido me relaja.

Me siento en el borde, sujetando mi cabeza con las manos y el cabello me cubre el rostro, cierro los ojos y solo el agua me guía ahora.

Me lleva a ese día, día en que como hoy la lluvia tomó protagonismo. Recuerdo ese dolor, lo recuerdo bien. Veo sus ojos tristes diciendo adiós, recuerdo mi brazo extendido hacia el, como si con este yo pudiera llegar a traerlo de vuelta hacia mí.

En ese momento me percato de que no estoy sola, hay alguien al otro lado de  la fuente caminando hacia mí. Levanto mi cabeza despacio, advierto un par de elegantes zapatos, un traje, y un rostro.

Me paralizo, no tengo voz, no comprendo. Las lágrimas comienzan a brotar de mí…

Él aun mas confundido de lo que yo estoy, no puede dejar de mirarme.



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