¿Cómo es posible que algo que parecía tan real, tan perfecto se esfume en solo un instante?
El aroma a viejo inundaba aquel lugar mezclado con la humedad del clima, a mi lado conduciendo como si el cielo no se estuviese cayendo por la tormenta que caía fuera de la cabina, estaba él. No era el hombre más hermoso del mundo, ni el más perfecto, pero había algo en él, en su forma tan pacifica de ser, que hacía que la escena fuese tan natural.
Estaba acurrucada en mi asiento a su lado, apoyando mi cabeza sobre su hombro, sintiendo las suaves caricias que su mano realizaba sobre la mía, cuando no estaba realizando los cambios del coche.
Sentía cientos de mariposas revoloteando dentro de mí, sentía ese amor y esa confianza a flor de piel, como si nos conociéramos desde siempre. Sentía que todo era perfecto, que él era perfecto. Pero claro, era solo eso, un perfecto sueño.
Aunque no lo comprendí solo hasta que desperté sobre mi cama, y el frio aire de la mañana rozo mi mejilla, como si quisiese despertarme de aquel sueño tan hermoso.
Al percatarme de todo esto hundí mi rostro en la almohada deseando poder volver a esa escena tan perfecta, y no porque fuera de ensueño, sino porque era tan simple que la sentía real.
Cerré mis ojos con fuerza y desee volver a estar bajo esa lluvia torrencial, dentro de esa vieja camioneta azul contemplando a través del cristal la noche oscura.